domingo, 14 de febrero de 2010


¿por qué, después de todo, te llamo, si no sé nada de ti, más que tu ambigua vacilación entre la nada y la existencia?
Giorgio Manganelli


Mi reloj marca una hora distinta de la que da aquel en el comedor. Sin preocuparme, acepto la distante realidad. De toda forma no me apetece concretar nada. Tal vez sea una imprudencia, tal como viene siendo pensarte sin siquiera haberte visto. Ya existencia, ya soltura de las letras, parece más un juego infecto que una motivación propicia. Michon dice que el mundo no precisa prosa. Tal vez la irrealidad sí. Como en aquellas disímiles andanzas de Artaud concentrando su genio en la irreversible contienda no-lengual. Es por ello que me atrevo a tratar de exteriorizarte, saber que puede estar sucediendo en mi sin tenerte. No musa, no pequeña revoltosa. Algo más terrenal, algo cercano y ni tan misterioso. No sé, pero totalmente descreo de mi.

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