Cuando leí Eleutheria de Beckett aún me sorprendía la facultad para decidir la inmovilidad ante todo. Aún me sorprendía que pudiese ser una manifestación en contra de la enajenación desde la misma raíz. La última voluntad de Victor Krap es resistirse a salir de su cuarto. No absurdo, no existencialismo, sino una declaración de incompetencia. No existencialismo, bastante si de mediocridad. Tanta y tan opresora que acabé tullido junto a Krap, alucinando igualmente. Igualmente incompetente. Con la imposibilidad siquiera para declarar lo que me preocupaba. Cayendo en un vórtice indecible. Fue casi una experiencia ascética, me digo con toda intención de engañarme.
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